Le damos un 7
Las salas alternativas suelen revelar agradables sorpresas a los que se acercan a ellas de cuando en cuando.
Este apunte asombrará muy poco a los que conocen, no sólo de oídas, espacios como Lagrada, Ítaca, Triángulo, Karpas y Guindalera, a donde llegamos siguiendo el rastro que Shakespeare deja en la cartelera.
La presencia del autor inglés es incombustible, pero siempre hay quien la pone en liza. Odio a Hamlet juega precisamente con esa vigencia de los clásicos en un mundo donde incluso el mejor actor acaba siendo un corrupto al servicio del vil metal. Este texto no deja lugar a dudas, la puesta en escena tampoco: seis actores en un ejercicio de teatro dentro del teatro, que bebe de un estilo que trasluce la ilusión de vivir de un arte.
Quizá le falte algo de concisión, ya que las casi dos horas que dura pueden dilatar el mensaje que deja entrever la sempiterna lucha entre la fama y la calidad. Es divertido ver como echa pestes -de manera comedida eso sí, acerca de la filosofía que inculca la televisión actual a través de sus casposos entresijos y las artimañas que buscan el lucro por encima de todo.
Personificamos la labor impagable que realizan los artesanos del entramado teatral madrileño en la compañía que ha cosechado aplausos con la obra En torno a la Gaviota de Chejov y que entretiene, bastante, con un montaje recomendable por su contenido crítico. Pero tiene pegas, sí. Aunque no las vi, me apropio de un comentario, para que vean que no somos parciales: nada más salir de la Guindalera me animó el camino hasta el Metro una espectadora, que debía ser una entendida en Paul Rudnick (autor de un bodrio para ella), porque sólo gritaba que la versión que había hecho el director Juan Pastor era horrorosa; que los actores eran patéticos y el decorado, un horror.
Créanme, llegué a pensar si habíamos estado viendo la misma obra después de asistir a este improvisado ejercicio de teatro fuera del teatro. Todo lo contrario a lo que nos propone, en mi opinión de manera acertada, Pastor y su gente dentro de la sala. Me quedo con un deseo que no desmerece el trabajo de la Guindalera, el de ver este Odio a Hamlet en manos de Kenneth Branagh.
Las salas alternativas suelen revelar agradables sorpresas a los que se acercan a ellas de cuando en cuando.
Este apunte asombrará muy poco a los que conocen, no sólo de oídas, espacios como Lagrada, Ítaca, Triángulo, Karpas y Guindalera, a donde llegamos siguiendo el rastro que Shakespeare deja en la cartelera.
La presencia del autor inglés es incombustible, pero siempre hay quien la pone en liza. Odio a Hamlet juega precisamente con esa vigencia de los clásicos en un mundo donde incluso el mejor actor acaba siendo un corrupto al servicio del vil metal. Este texto no deja lugar a dudas, la puesta en escena tampoco: seis actores en un ejercicio de teatro dentro del teatro, que bebe de un estilo que trasluce la ilusión de vivir de un arte.
Quizá le falte algo de concisión, ya que las casi dos horas que dura pueden dilatar el mensaje que deja entrever la sempiterna lucha entre la fama y la calidad. Es divertido ver como echa pestes -de manera comedida eso sí, acerca de la filosofía que inculca la televisión actual a través de sus casposos entresijos y las artimañas que buscan el lucro por encima de todo.
Personificamos la labor impagable que realizan los artesanos del entramado teatral madrileño en la compañía que ha cosechado aplausos con la obra En torno a la Gaviota de Chejov y que entretiene, bastante, con un montaje recomendable por su contenido crítico. Pero tiene pegas, sí. Aunque no las vi, me apropio de un comentario, para que vean que no somos parciales: nada más salir de la Guindalera me animó el camino hasta el Metro una espectadora, que debía ser una entendida en Paul Rudnick (autor de un bodrio para ella), porque sólo gritaba que la versión que había hecho el director Juan Pastor era horrorosa; que los actores eran patéticos y el decorado, un horror.
Créanme, llegué a pensar si habíamos estado viendo la misma obra después de asistir a este improvisado ejercicio de teatro fuera del teatro. Todo lo contrario a lo que nos propone, en mi opinión de manera acertada, Pastor y su gente dentro de la sala. Me quedo con un deseo que no desmerece el trabajo de la Guindalera, el de ver este Odio a Hamlet en manos de Kenneth Branagh.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
No hay comentarios:
Publicar un comentario