viernes, noviembre 10, 2006

Crítica: "Chup Suey"


Le damos un 7,5

La frescura de la improvisación –ya saben , la mejor es la ensayada- constituye el eje central de un espectáculo que permite evadirnos durante un par de horas, que ya es algo.

El chop suey es un revoltijo de verduras y tiritas de carne popular en Norteamérica pero cocinado a la usanza asiática. El Chup Suey, con u, es un plato cómico elaborado con gracia y un cúmulo de referentes. Un amalgama de risas y humor inteligente, de fácil digestión y sabor perdurable a pesar de consumirse de manera casi instantánea.

Nadie se sube en un escenario sin la querencia de buscar la complicidad del público. El teatro vive de lo que opinen los demás, pero el que busca la risa cumple una función determinada. Los miembros de Impromadrid han dado en la clave: la capacidad de decidir o tener la sensación de marcar los designios de algo nos convierte en un público más dúctil. Nos sentamos en la butaca con la sensación de que tenemos la sartén cogida por el mango pero engañados de manera vil aunque bastante acertada. Tenemos la aparente intención de dirigir a las marionetas y volvemos a sentirnos ridículos cuando descubrimos que tras ellas se esconden solventes profesionales de la escena, ágiles comediantes de verbo fácil y mente rápida.

Los actores pondrán en escena lo que nosotros digamos, no pueden negarse ante los infortunios del azar. Con la entrada nos dan una cartulina en la que tenemos que escribir una frase, un chiste, una palabra. Se imaginarán que hay de todo: desde expresiones soeces a intrincadas reflexiones filosóficas. Ellos no se achantan ante nada y es difícil cogerles en un brete: como buenos equilibristas, hacen frente a la peor de las tormentas. El hecho de que sus números se sucedan de manera espontánea y parezcan sencillos no oculta la técnica precisa que les permite poner en escena 6 ó 7 pequeñas obras de teatro.

Si sacamos nuestro lado más puntilloso, Chup Suey entronca con otro espectáculo que recorre España: Imprebís, el ejercicio de improvisación de la compañía valenciana L’Om-Imprebis. A partir de las similitudes entre ambos trabajos, que son muchas, debemos destacar que los dos montajes responden a un mismo esquema de trabajo, una práctica a medio camino entre el arte y la técnica, que constituye una disciplina escénica. A los chicos de Impromadrid les sirve de base a la hora de levantar piezas diferentes que saben a poco.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

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