jueves, noviembre 09, 2006
Crítica: "Imprebís. Etiqueta negra"
Director: Michel López / Santiago Sánchez
Intérpretes: Carles Castillo, Carles Montoliu
Estreno: 1 de febrero de 2006; Teatro Alfil (Madrid)
Le damos un 8
Si pienso en Imprebís imagino al grupo de cómicos que montaban el chiringuito a sabiendas de que su público iba a olvidar durante su representación las penurias laborales y cargas reales de la jornada que tocaba a su fin.
Así les veo, como teatreros que toman sus aperos y abonan el terreno desde la imaginación, donde hay tanto por labrar. Se confirmaron haciendo la mejor adaptación teatral de la obra de Miguel de Cervantes de cuantas han pasado durante el IV centenario, antes incluso de que las demás vivieran de los fastos del acto. Quijote fue mejor, más divertida y quizás más valiente, no por ese afán de adelantarse al común de los mortales, sino por la variedad de técnicas y registros empleados.
Demostrando por tanto que llegan al público con teatro de texto (Galileo y La mujer invisible lo corroboran) vuelven a una parte de sus orígenes, el teatro sin texto o mejor dicho, basado en una línea o tres palabras: el más difícil todavía. Hace años, 4 ó 5, leí en esta misma página web que Imprebís 'era uno de esos montajes que recomiendas a los amigos, que puede tirarse años de gira y seguir llenando, que ves mil veces y no te cansas, porque lo genial es que cada representación es única'. Se me vino a la mente la palabra 'exagerada'. Ahora yo, después de ver el espectáculo varias veces, exalto el término 'equilibrista' y doy por seguro que Santiago Sánchez y sus compañeros parecen alimentarse de la adrenalina que produce estar al filo del abismo y ese interés por acariciar el riesgo les ha llevado a recuperar uno de los espectáculos más vistos en Madrid y en toda España, en edición especial, de etiqueta, por cumplir las 1.000 funciones en 11 países.
Enganchan al público al hacerlo partícipe de su juego (del que hay que eliminar toda connotación de sencillez), toman una tarjeta escrita por una mente retorcida y en menos de 60 segundos confieren a la frase o la palabra en cuestión una estructura teatral mientras Yayo Cáceres anima nuestra espera con una composición musical también inventada al momento. Y es entonces cuando llega la hora de hacer reír, de que los actores se prostituyan escénicamente para nosotros, con el acompañamiento también de una iluminación que realza el drama.
Dicen que la mejor improvisación, en toda puesta en escena, deviene de aquella más ensayada. Ellos han tenido casi 20 años para aprender pero nunca dejarán de hacerlo. Los dos Carles, Montoliu y Castillo, dan muestra de todo el teatro aprehendido en sus muchos años de experiencia, dos actores que escenifican una idea y el propio proceso de creación bajo la atenta e ilusionada mirada de su director.
Si a improvisación unimos compenetración vemos a los hombres de teatro de L’Om - Imprebis como una maquinaria engrasada y dispuesta a rendir al máximo. Y el Alfil es un escenario especial donde -al igual que grupos como Yllana, Sexpeare y Teatro Meridional- se sienten a gusto y pueden comprobar la reacción del público que, a pesar de que ellos lo nieguen, saben qué van a encontrar: un espectáculo vivo, crítico, inteligente y tremendamente entretenido... ¿qué más se puede pedir al teatro?
Un experto en improvisación se refería a ellos diciendo que se encontraban a años luz de los que siguen su estela y permítanme que, mojándome hasta el cuello –al igual que ellos durante la función-, le de toda la razón, porque de una técnica han sabido hacer un arte nada improvisado.
Versión completa del texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
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