jueves, noviembre 09, 2006

Crítica: "Alegría", de Circo del Sol


Le damos un 7,5

Resulta difícil que la primera vez que asistimos a un espectáculo del Circo del Sol salgamos defraudados.

Es la baza con la que juegan los creadores de cualquier montaje de una factoría que combina arte y funambulismo sobre trapecio, cuerda floja, barras y camas elásticas, ejercicios gimnásticos que devuelven protagonismo a viejas glorias del deporte.

Alegría fue su tarjeta de presentación en nuestro país: en 1998 algunos pudieron comprobar hasta qué punto la palabra circo encerraba aquí también su sentido más coloquial, el que evoca desorden y caos. La acertada confusión de sensaciones e imágenes es lo que propone el equilibrado reparto de obreros del arte, menos bohemios que sus predecesores, los que recorrían los polvorientos caminos antes de revolucionar por unos días la tranquilidad de una ciudad.

En la última década han traído 3 espectáculos más: Quidam, Saltimbanco y Dralión. Todos comparten estructura común y, a pesar de cuidar otros elementos también espectaculares, los cabezas visibles suelen ser los que se suben a lo alto, los acróbatas. Sobre ellos recae en primera instancia la responsabilidad de encantar, es decir, atraer o ganar la voluntad de alguien por dones naturales, ya sea la hermosura, la gracia, la simpatía o el talento. Los que ponen en escena Alegría atesoran el cuarteto de virtudes.

No es difícil mantener el listón si los números circenses se distribuyen a lo largo de un paseo dramático potente. Ese hilo puede ser más visible en unos espectáculos que en otros. Saltimbanco narraba la historia de un heredero muy especial; Dralión planteaba un malabarismo entre las fuerzas de los 4 elementos naturales y el encuentro entre Oriente y Occidente. El que sustenta Alegría es demasiado fino y pocos son capaces de distinguir la lucha por el poder de dos generaciones: los viejos y torpes pájaros de un régimen decadente y los gráciles y sutiles representantes de la nueva era.

En caso de que el argumento sea opaco, el sueño propuesto queda como una mera sucesión de números circenses interrumpidos por payasos que no suelen tener relación con la temática desarrollada. Aún así, el poder de la magia está tan estudiado y milimetrado que es difícil que el colorido, la música, la luz y la profusión de elementos no nos atrape. El consejo de dejarse llevar y liberar la mente de referencias culturales es fundamental para entrar en el sueño propuesto por unos alquimistas experimentados.

En momentos en que la precisión plástica no tiene entereza por sí sola, el elemento sorpresa juega un importante papel. Siempre con un aire similar, la capacidad de asombro suele renovarse casi sin esfuerzo cada dos años en ciudades fijas en sus giras, las visitadas de manera regular por una compañía que lleva 22 años jugando con nuestro interés por ilusionarnos al entrar, por unos minutos, en el paraíso.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

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