jueves, noviembre 09, 2006
Crítica: "La revelación", de Leo Bassi
Le damos un 7
Antes de ir al teatro a ver su nuevo montaje, ya sabía que Leo Bassi era provocador, insolente y, hasta cierto punto, desagradable. Era complicado que dejase a un lado mis ideas sobre un personaje mediático que aprovecha la mínima oportunidad para desnudarse o comer excrementos y quedarse tan pancho.
Consciente de que en algún momento empezaría a tomar forma la relación provocador-provocado para truncarse sin más, me senté en una butaca algo alejada del escenario –por lo que pudiera pasar- y empecé a rezar ante lo que se venía encima. Pero no hubo espectáculo como tal; al menos no empezó a su hora, ya que fue interrumpido por el Papa Benedicto XVI: una breve parada en Madrid para pedir perdón por los crímenes cometidos en nuestro país por la Inquisición, cuestionar el papel de la Iglesia Católica durante la Guerra Civil y condenar las matanzas de indígenas en pro de la evangelización de los territorios americanos.
En su línea, Leo Bassi no deja títere con cabeza, y tras arremeter con fuerza contra las grandes religiones monoteístas, judaísmo, islamismo y cristianismo, se detiene en esta última para criticarla en nombre de científicos, filósofos y humanistas callados a lo largo de la historia. Siéntese de forma cómoda porque iniciará su discurso con el Génesis y las andanzas de Adán y Eva en el Paraíso, y de ahí, hasta la elección del último Santo Padre, hay un buen trecho.
Lo que será blasfemia para el despistado que se cuele en el patio de butacas, será prodigio del monólogo para el resto ya que razón no le falta al autodenominado bufón en su interpretación de los textos sagrados e intachables para algunos. Es claro en sus principios y comienza el espectáculo con una singular declaración de intenciones que parte de la premisa de la pretensión de abandonarnos, después de hora y media de palabrería, al más rotundo ateísmo. Fundamentalista laico, Bassi recuerda como se acentúo su creencia tras asistir a través de la televisión a los funerales del Papa Juan Pablo II, un ejemplo de fraternidad entre no-iguales mientras en el mundo se seguía matando, también en nombre de la religión.
Su teatro comprometido no está cimentado sobre historias con trasfondo social al estilo de compatriotas como Darío Fo. El histriónico cómico italiano se decanta por la provocación y, micrófono en mano, imita a los predicadores que pululan por las pantallas de televisión estadounidenses, otorgando protagonismo a la manzana, la culpable de que hayamos salido del Edén, no sin olvidar a la pobre serpiente, en definitiva una muestra más de la capacidad narradora del artista que hurga para sacar nuestra reflexión.
Salí del teatro con la impresión de que estaba viendo al mismo Bassi que aparecía en televisión, más irrespetuoso si cabe al estar entre amigos afines a su pensamiento. Me gustó la sensación de ser cómplice durante el espectáculo y que, a pesar de que había carcajadas un tanto desmesuradas por el trabajo gestual del cómico -perdón, bufón-, primase el contenido del texto, irónico y vehemente. Una contra respuesta necesaria a los sermones de otros.
Ahora la obra sigue camino y pronto llegará al sur.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
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