viernes, febrero 16, 2007

Crítica: La cabra o ¿quién es Silvia?

Director: Josep Maria Pou
Intérpretes: Josep Maria Pou, Mercè Aràgena, Alex García y Juanma Lara

Le damos un 8

Como subir a una montaña rusa. Así es asistir a esta función: sabes que al final saldrás del carricoche pero no imaginas todos los estados de ánimo que puedes experimentar.

Un día ocurre algo que se sale de lo normal –por cierto, ¿qué es lo normal?-. Se puede hacer frente a la situación de diferentes maneras: podemos asistir a la hecatombe más destructiva y casi sin dilación afrontar con rotunda ‘normalidad’ un episodio impensable para muchos, en especial para aquellos instalados en las capas altas de la sociedad ilustrada.

Esta es una obra-contenedor, es decir, bajo un argumento inverosímil -aunque cogido por los cuernos- subyacen emociones y reflexiones que podemos descubrir, bien durante la puesta en escena o mucho tiempo después. No hace falta pensar demasiado para asegurar que el director lleva su barco a buen puerto, con delicadeza pero sin que le tiemble el pulso cuando llegan las borrascas. Consigue que el asunto que nos sorprende en un primer momento pase a un segundo plano, quede en anécdota...

Hay tantas cuestiones a los que meter mano que lo mejor es ir liquidándolas una a una pero manteniendo una tensión sutil que nos salvaguarda de caer en el tedio. Es tal el aluvión de impactos que recibimos que a los 10 minutos tan sólo vemos a un hombre que defiende su amor, su capacidad de enamorarse de quien y como quiera.

En torno al pobre-loco-cuerdo protagonista giran los demás: cada uno se expresa (y siente) a su manera. Tenemos idea de por donde van a ir los personajes, pero aún así el texto de Albee nos camela. Es digno de agradecer a unos actores conscientes de que algunos deben ir por caminos extremos con paso firme –los que tienen un amplio La cabrarecorrido vital y se apoyan en el sarcasmo-, y otros por la visceralidad, al emplear la verdad y la sinceridad de sus sentimientos.

El sólido reparto es una de las muchas riquezas de un montaje provocador –y a estas alturas ya sabe que no es por polémicos affaires-, del que sales con la idea de que has visto algo muy interesante y profundo que ira desgranándose en tu interior conforme se vaya asentando el limo que llevaba el torrente de emociones que desborda el escenario.

No nos sorprende el escaso tiempo que separa una carcajada de una lágrima contenida. La vida es así, con menos drama y teatro: la obra no está muy lejos de la tragicomedia en la que estamos sumidos. Ese "puedes hacer lo que quieras, pero que no se entere nadie" daría para otra obra, que lo tenga en cuenta el creador polifacético que nos entretiene de manera inteligente y al que debemos agradecer que esté entre nosotros.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

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