Director: Eduardo Aldan
Intérprete: Eduardo Aldan
Le damos un 7
El monólogo lleva implícito cierto riesgo:la indefensión del actor en el tú a tú, que se pierde en la televisión, que todo lo magnifica.
Formado al amparo del fenómeno Club de la comedia, Eduardo Aldán aporta una nueva connotación sin rebelarse ante quienes le dieron empaque profesional. A modo de arquitecto, establece un puente entre dos formas de concebir el teatro, derribando los patrones de la fórmula del personaje que habla mientras todos callan y dosificando humor y melodrama a partes iguales. Un acierto frente a las piezas cómicas en las que la carga dramática desaparece en pro de una risa fácil y contagiosa, reivindicando así un texto con progresión dramática y no un compendio de chistes fáciles.
De manera natural y consciente de sus armas como comunicador, Aldan nos va provocando teniendo como base esta fórmula escénica ancestral durante 90 minutos, demostrando que sabe llegar al suculento tazón a partir de las pequeñas dosis suministradas por textos más breves de los que se alimenta el montaje, como Las chucherías, Con qué nos engañan de pequeños y Diversiones infantiles.
El más avispado de los amigos, el que habla mientras los demás quedan embelesados, tripula un viaje de ida y vuelta a la infancia que ya sobre el papel es difícil que salga mal debido al sólido enganche emocional al grueso de los espectadores, nacidos a lo largo de la década de los 70. A medio camino entre la nostalgia y la crítica, esta declaración de intenciones del polifacético artista (escribe, dirige e interpreta) está anclada en decenas de referentes, cientos si empieza a trabajar nuestro subconsciente gracias al empujón de Aldan.
Nada resulta aleatorio en esta sucesión de recuerdos animada por videos y canciones, etapas en las que se detiene para activar el resorte del recuerdo en un público que acaba participando sin que en ningún momento se haya sentido forzado a hacerlo. Sin dar estocadas al aire en vano, el hombre orquesta se parapeta en la inocencia del que no quiere crecer, y el que se mete en la piel de un niño, un niño especial y diferente, acaba rescatando el lado más melancólico y sincero en un inteligente fin de fiesta. Por cierto, no podemos evitar decirlo: Espinete existe porque le tenemos tan dentro que es imposible hacerle callar.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
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2 comentarios:
squiero que exista espinete y no quiero que le pongan verde.no es marica, es una mujer disfrazada porque es infantil,espinete ademas porque es un niño pequeño en la fantasía.Para actuar en la serie de niño pequeño se disfrazo de mujer. espinete no es marica da igual qu sea rosa a mi me gusta mucho, por eso quiero que exista otra vez
Todas las críticas que he visto de este espectáculo son buenas. Sin embargo a mi me dejó con sentimientos encontrados. La gente se reía mucho y yo también me reí, pero no siempre me hacía gracia. Aparte, el hecho de que hable como una ametralladora (parece que es su estilo), a mi no me gustó y había cosas que, entre la velocidad y las risas, costaba mucho entenderlas.
Curiosamente, me gustó mucho un trozo dramático que tiene hacia el final del espectáculo. Sensiblero que es uno.
Pero bueno, en general está bien, sin ser la bomba.
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