martes, octubre 10, 2006

Crítica: "La calumnia"


Director: Fernándo Méndez Leite
Intérpretes: Teresa Cortés, Carlina Lapausa, Cristina Higueras, Fiorella Faltoyano, César Díaz, Amparo Alcoba y María del Puy


Le damos un 7

Tras un halo de sencillez subyacen en esta pieza las correctas interpretaciones de dos veteranas de la escena.

El texto entronca con un público de gustos más tradicionales, sin ánimo de apartarse de su ideología conservadora, aunque sirve también para captar a jóvenes necesitados de experiencias teatrales.

Faltoyano e Higueras, que saben mucho de teatro, explotan aquí su faceta como productoras eligiendo un texto que tiene los alicientes para que funcione: de fácil asimilación, sin recovecos aunque con carga social a partir de temas vigentes desde que vio la luz en 1934. Además, se reservan la pareja a la que Lillian Hellman introdujo en una espiral de mentiras, miedos y deseos ocultos.

Se muestran frías como témpanos de hielo y, aunque se les pueda acusar de marcar cierta distancia, consiguen el efecto contrario a la lejanía... Puede que no seamos conscientes de ello, pero las actrices presentan a sus personajes para que nosotros configuremos nuestra idea de calumnia como mentira y supuesta verdad que nunca será destapada. Aunque nos revuelva el estómago, la pieza nos estará gustando.

No hay algarabías en este montaje. Méndez-Leite es un hombre de cine (realizador, crítico) y en su estreno como regidor ha optado por interpretar un texto huyendo de formalismos. El resultado es una puesta en escena correcta, aunque muy clásica, que llega mejor al espectador cuanto más recogido es el teatro donde se representa. La escenografía nos permite asistir a la intimidad de unos personajes al límite, esbozados mediante muy pocas pinceladas.

Bien es cierto que este texto ha perdido parte de su riqueza por la falta de actualidad y que el director, quizás por su miedo a desvirtuar su esencia o por los riesgos de todo primer desafío, sólo pasa el plumero por encima, sin cambiar nada de su posición original.Opta por mostrar sin aderezos, despojándose de la parafernalia innecesaria y recuperando el tono clásico de las representaciones teatrales menos osadas, algo que en muchos dejará un regusto rancio.

Algunas escenas se alargan, menoscabando el ritmo, sobre todo en su inicio. Cuando consigue empaque suficiente, llega de manera desacertada el descanso, aunque éste contribuya marcar una frontera temporal entre los dos actos, cuyo equilibrio acaba alterado por cierta precipitación. La obra merece ser vista porque tiene mucho trabajo detrás aunque dejamos el aviso de que el espectador de corrientes más contemporáneas puede llegar a discrepar... Hasta que salga del teatro y empiece a rumiar.

Texto escrito por
Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

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