Monocorde, plana, sin puntos de inflexión... Así es esta obra que sólo persigue llenar el patio de butacas, aunque a un alto precio, sobre todo para los intérpretes. Lo bueno es que la memoria es frágil.
Pero no siempre... Hace unos meses asistí a la representación de una pieza, bastante patética –todo hay que decirlo-, que me provocó una sensación de angustia tal que hizo replantearme si mi gusto estaba entrando en crisis: todo el mundo a mí alrededor se reía y, lo cierto, es que no sabía de qué.
Sirva esta batallita de introducción a la reseña de este montaje y quédese con lo de la angustia, no con lo del patetismo, tampoco vamos a arruinar la vida de los que ponen en escena esta obra con trama reiterativa y pocas gracias, por no decir ninguna. Este planteamiento le permite ponerse en situación, saber con qué se va a topar.
Antes de continuar, he decirles que llegan comentarios a esta misma web acerca de lo divertida que es la obra y los giros inesperados en el libreto... ¿Seguro que nos referimos al mismo montaje? ¿Ese con el que tenemos la certeza de que se estira una idea que da más para un único cuadro que para una obra de hora y media?
Dos experimentados profesionales del teatro nos presentan un relato simpático en un escenario blanco, inmaculado, en definitiva, soso. La idea de partida puede resultar curiosa, como pistoletazo de salida, pero lo que pudo haber sido original –recuerdo películas francesas del tipo La cena de los idiotas- cae en la broma fácil, en el vacío de contenido más absoluto, que nos parece más vasto aún porque los personajes parecen no salir del círculo vicioso en el que están inmersos.
Cuatro actores, un par de ellos tan versátiles como seguros en sus increíbles roles –ahí dan muestra de su profesionalidad-, se prestan a este ir y venir de equívocos. La presencia de Aitor Mazo me dio garantías, a priori. Su enfrentamiento con el personaje de Javier Martín le hace mucho más grande, aunque es fácil hacerle sombra a alguien que sólo alterna en su discurso las palabras "guay", "vale", "bien" y pocas más. Pues nos quedamos con eso, con un "vale" a esta obra, aunque nos quedamos esperando a que lleguen los estrenos de la nueva temporada.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
Pero no siempre... Hace unos meses asistí a la representación de una pieza, bastante patética –todo hay que decirlo-, que me provocó una sensación de angustia tal que hizo replantearme si mi gusto estaba entrando en crisis: todo el mundo a mí alrededor se reía y, lo cierto, es que no sabía de qué.
Sirva esta batallita de introducción a la reseña de este montaje y quédese con lo de la angustia, no con lo del patetismo, tampoco vamos a arruinar la vida de los que ponen en escena esta obra con trama reiterativa y pocas gracias, por no decir ninguna. Este planteamiento le permite ponerse en situación, saber con qué se va a topar.
Antes de continuar, he decirles que llegan comentarios a esta misma web acerca de lo divertida que es la obra y los giros inesperados en el libreto... ¿Seguro que nos referimos al mismo montaje? ¿Ese con el que tenemos la certeza de que se estira una idea que da más para un único cuadro que para una obra de hora y media?
Dos experimentados profesionales del teatro nos presentan un relato simpático en un escenario blanco, inmaculado, en definitiva, soso. La idea de partida puede resultar curiosa, como pistoletazo de salida, pero lo que pudo haber sido original –recuerdo películas francesas del tipo La cena de los idiotas- cae en la broma fácil, en el vacío de contenido más absoluto, que nos parece más vasto aún porque los personajes parecen no salir del círculo vicioso en el que están inmersos.
Cuatro actores, un par de ellos tan versátiles como seguros en sus increíbles roles –ahí dan muestra de su profesionalidad-, se prestan a este ir y venir de equívocos. La presencia de Aitor Mazo me dio garantías, a priori. Su enfrentamiento con el personaje de Javier Martín le hace mucho más grande, aunque es fácil hacerle sombra a alguien que sólo alterna en su discurso las palabras "guay", "vale", "bien" y pocas más. Pues nos quedamos con eso, con un "vale" a esta obra, aunque nos quedamos esperando a que lleguen los estrenos de la nueva temporada.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
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