sábado, agosto 04, 2007

Crítica: Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny

Director: Mario Gas
Intérpretes: Constantino Romero, Mónica López, Teresa Vallicrosa, Antoni Comas, Pedro Pomares y Enrique del Portal, entre otros


Le damos un 8

Monumental y convincente es la adaptación con la que Mario Gas inaugura un prometedor espacio, una ópera en la que se unen los planos escénico y musical y no ha lugar al aburrimiento.

No propondremos juegos metafóricos, así que obviamos lo que se nos pasaba por la cabeza, es decir, que Gas nos lleva al matadero de la misma forma que los padres de la criatura condenaron al nacionalsocialismo germano. Permítanme sólo un guiño: por una vez conviértase en oveja, de manera alegórica, claro está, y conviva durante unas horas con los lobos de Mahagonny.

Se las apaña el director del Teatro Español para recrearse cada verano en su parcela operística y, en lugar de refugiarse y aislarse, la da a conocer. Y da igual que sea un programa doble de zarzuela (Adiós a la bohemia / Black, el payaso) que una pieza inteligente (otra más) de Kurt Weill y Bertolt Brecht, ese tándem que da muestra del genio alemán en una época de desazón alemana.

Resulta jugoso este montaje que no se pierde en la inmensidad del espacio bautizado como Naves del Español. Habrás que ver cómo funcionan otros, pero frente a la opción elegida, la de levantar dos gradas –más incómoda la lateral-, se extiende la ilusoria aunque bien construida geografía de esta ciudad quizás no tan ficticia o al menos premonitoria.

Y no se preocupe si al principio cuesta abarcar toda la escena, ya que tendrá tiempo para desmenuzar, con ayuda de la voz del Santiago Ramos narrador, el horizonte realzado por la luz estudiada de Javier Aguirresarobe. Por cierto, aprovechando la labor de este hombre de cine, no abriremos aquí el debate acerca del formato panorámico de la escena: convence y punto.

La suerte o la desgracia de programar una ópera es que, debido al trabajo de voz que se realiza, los intérpretes se turnan en escena. Al que suscribe le tocó una representación en la que actuaban los "suplentes". Es decir, no estaban Mónica López y Constantino Romero, llamémosles cabezas de cartel, y no les eché de menos, por lo que el impacto con ellos, los "oficiales", ya debe ser mayor.

El gestor teatral se mantiene a un lado y sobresale el genio del director de escena, capaz de orquestar a más de 80 artistas sobre el escenario. Animado por el ritmo que se consigue, las escenas que más me convencieron fueron las corales, los cuadros multitudinarios, en los que se veía cómo se apoyaban unos en otros. Eso es el teatro, musical o no, un trabajo en equipo, donde uno se deja caer sobre los brazos de otro y aquí esa labor y ese valor destacan sobre todos los demás.

Siguiendo en la línea, déjese caer en la grada. En total serán más de tres horas, pero merece la pena: no siempre tenemos la oportunidad de asistir al nacimiento de una nación dominada por la bravuconería –ahí la crítica-, y además, inaugurar espacio que pronto será referente.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

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