Director: Esteve Ferrer
Intérpretes: Luisa Martín, Félix Gómez, Ángel Burgos, José Luis Martínez
Le damos un 7
Las abejas nos invitan a su colmena. Vemos que son trabajadoras y que, con constancia, se han convertido en elementos de un preciso mecanismo de relojería teatral.
"Vi la foto en la que salías desnudo y fui corriendo a comprarme el libro". Los expertos en marketing se relamen de gusto cuando consiguen ese efecto en la masa, que lee, o al menos compra, por un simple reclamo visual. Una política "cultural" que funciona y muy bien, ¿verdad?
Sobre esa idea, alimentada con mentiras, glamour y guiños de la vida misma, versa esta obra. Puede gustar o no, pero nadie podrá decir que al final no encajan las piezas del rompecabezas. Detrás de todo hay un sincronizado montaje a partir de un texto correcto de uno de los autores más representados en el off Broadway, enaltecido gracias a contribuciones como la de Ana Garay, responsable de una sugerente y sencilla escenografía con volúmenes que arropan un damero lumínico donde tiene lugar el juego de estrategias.
¿Quién no las tiene? Las estrategias, me refiero. Los diferentes personajes entran al trapo y las despliegan para que nosotros, espectadores implicados, vayamos tejiendo con ellos su destino. Se adentran en el entramado laberíntico que se refleja en la escenografía; nosotros no podemos mantenernos al margen y vamos atando cabos. Recuperamos esa función de observador capaz de interferir en la escena y ganan, por tanto, nuestra atención.
Entretenida para el espectador y difícil para el que está arriba, en una obra como ésta cuesta diferenciar al que está allí del que está sentado las dos horas que dura, primero por el argumento: todos hemos ansiado llegar a algún lado, en términos profesionales o personales, y hasta el más cándido tiene ambición, de lo contrario, triste sería su vida. En segundo lugar, pocos montajes permiten que el espectador tenga un papel tan activo desde la intimidad de su butaca.
Igual te dirige un musical, que le mete mano a la dramaturgia de un espectáculo de danza como Belmonte... Siempre aprueba y con nota: Esteve Ferrer es un buen director avispado y capaz de convertir las carencias en virtud, con el empleo de un ritmo frenético que nos hace obviar las escenas alargadas de manera innecesaria. A pesar de la cadencia, cae en reiteraciones en la segunda mitad, en un afán por explicar cosas que podemos entender sin que nos las vuelvan a contar.
Apoyando a los dos personajes principales hay un coro necesario formado por cuatro actores que dan vida a una decena de seres, todos relacionados con el poder. A partir de sus relaciones podemos analizar lo efímero de la fama: después de todo el tiempo que gastamos para simplemente rozarla, desaparece y, en el peor de los casos, por culpa de nuestro ansia por tener "nuevas cosas nuevas". Esta miel tiene una larga fecha de caducidad, pero no implica que no la olviden al final del estante de la cocina, así que úsela de vez en cuando.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
viernes, marzo 09, 2007
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